8 de septiembre de 2011

El liderazgo en la era de la transparencia

Recientemente leí un artículo en la revista Harvard Bussines Review donde se habla de las externalidades y cómo la empresa debe afrontarlas, es decir, internizarlas. Me pareció interesante el concepto por lo que me permito compartir un breve resumen de la idea.

Para poner en contexto, una externalidad se define como "los efectos colaterales –o consecuencias de derrame para los casos positivos- de las operaciones de una empresa." Es decir, actividades que afectan a otros para bien o para mal, sin que éstos paguen por ellas o sean compensados. Un ejemplo clásico es la contaminación típica de las chimeneas de las fábricas. El autor lleva el concepto, sin embargo, más allá de lo físico, considerando una externalidad inclusive cuando se le hace perder a otros su tiempo en cualquier proceso o línea de espera o que un bien pierda valor por efectos de un tercero.

El texto sostiene que el verdadero indicador de la responsabilidad corporativa y por ende del liderazgo social de una empresa, es la internalización constante de las externalidades más allá de donaciones caritativas, programas de responsabilidad social o prácticas “verdes” que pueda estar llevando a cabo.
El artículo propone por un lado asumir las responsabilidades de las propias acciones y usar los mercados para determinar el precio de un impacto y por el otro se plantea que debe haber más recursos aplicados a paliar problemas sociales, y que quienes los causen paguen los costos. El punto se podría resumir al reflexionar sobre las siguientes preguntas a responder ante cualquier acción de impacto de la empresa: ¿Se puede medir el impacto? ¿Se le puede poner un precio? ¿Se puede determinar y atribuir la causa? ¿Se puede identificar a los afectados?

Por otro lado, dada la evolución de las sensibilidades de las personas y el avance de las comunicaciones, cualquier fechoría visible de parte de las corporaciones tiene más posibilidades de generar indignación. Igualmente han crecido las escalas y los sensores que miden el actuar de las empresas. Ante ello, los skateholders (personas o grupos interesados en la empresa) perciben como empresa responsable líder solo a quienes internalizan sostenidamente las externalidades; es decir, a quienes usan sus capacidades para medir y gestionar su impacto en la sociedad.

El autor propone un breve camino a recorrer para las empresas interesadas en atender dichas expectativas de sus stakeholders:
1. Hacerse cargo o responsabilizarse por su impacto directo en la sociedad a través de sus externalidades. Dicho impacto puede medirse y gestionarse a través de cada una de las operaciones de la empresa.
2. Actuar en consecuencia. Hay otros impactos menos palpables o cercanos a la empresa pero dado que se contribuye a estos impactos, debe la corporación poner sus competencias particulares a trabajar para resolver problemas relacionados con dichos impactos.
3. Interesarse. Hay otros impactos más ajenos o distantes y aunque no se tiene una competencia especial a fin de paliarlos, se puede canalizar esfuerzos a través de otros actores de confianza, es decir, mostrar interés en la solución de los mismos.

Siguiendo esta lógica nos damos cuenta que muchas organizaciones sin fines de lucro están trabajando de esta manera, actuando o mostrando interés.

El autor concluye que en el futuro los límites entre las empresas y este tipo de organizaciones se irán difuminando de tal forma que las relaciones antagónicas se volverán colaborativas. Surgirá el consenso que todos somos responsables por nuestro mundo y que debemos trabajar juntos por mejorarlo.

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